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  1. Emilia Pardo Bazán

Biografía

Por José Manuel González Herrán Profesor emérito de la Universidade de Santiago de Compostela
Académico correspondiente de la Real Academia Galega

En un texto muy citado de su libro Otras inquisiciones (1952), Jorge Luis Borges escribía que “como Joyce, como Goethe, como Shakespeare, como Dante, como ningún otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura”. Recordando tan categórico dictamen, en mi nota de presentación al volumen La literatura de Emilia Pardo Bazán (2009) me atreví a proponer algo que hoy sigo manteniendo: “Sin que pretenda comparar su aportación a las letras universales con la de cualquiera de aquellos nombres (todos ellos varones, por cierto), sí se me concederá que la obra de la escritora coruñesa constituye -en su amplitud, temática, genérica y estética- toda una literatura”.

Pero no es solo su literatura, con ser lo más importante. Cuando han transcurrido ya cien años de su fallecimiento (en Madrid, el 12 de mayo de 1921), su reconocimiento ha alcanzado una dimensión universal, y una valoración, en términos de calidad y vigencia, que, lejos de menguar (como vemos, con lamentable frecuencia en otras figuras), se afianza y crece de manera indiscutible.

Por ello no resulta fácil sintetizar lo fundamental de aquella impresionante mujer, que, además de ser una de las grandes autoras de relatos en las letras universales de su tiempo, cultivó, con notable acierto y amplísima difusión, las más variadas modalidades literarias, hasta el punto de que continúan reeditándose -y traduciéndose- muchos de sus libros (no solo sus novelas y cuentos, sino también sus crónicas periodísticas, escritos de viajes, historia y crítica literaria, libros de cocina…); e incluso suscitan el interés lector algunas muestras menos conocidas o valoradas de su ingente producción: poemas, piezas teatrales, biografías, estudios históricos, escritos de divulgación científica, ensayos, conferencias y discursos sobre los más variados temas.

Con todo, hay una dimensión de su obra que, a estas alturas del siglo XXI (el siglo de la mujer, según muchos vienen profetizando), merece especial reconocimiento: su consideración como pionera del movimiento feminista, tanto en sus ensayos, conferencias o declaraciones públicas, como -lo que acaso sea más interesante y más influyente- en el tratamiento de personajes o en el análisis de los conflictos en sus relatos, breves y extensos.

Y es que, a mi juicio, en la interpretación y valoración de la figura y de la obra pardobazaniana corremos el peligro de que, abrumados e impresionados por su amplitud y variedad, por la modernidad y vigencia de ciertos planteamientos ideológicos (no exentos de aristas que pueden suscitar discusión e incluso rechazo), posterguemos u olvidemos el principal e indiscutible mérito de su aportación a las letras europeas y universales: su extraordinario talento en el cultivo de la ficción narrativa, como autora de novelas y cuentos magistrales, vertidos a las más diversas lenguas.

Dejando para otro lugar la minuciosa cronología de su vida y de su obra, repasemos las líneas fundamentales que dibujan la personalidad literaria de Emilia Pardo Bazán.

Nacida en A Coruña el 16 de septiembre de 1851, sus padres (José Pardo Bazán y Mosquera, Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza) le proporcionaron una formación intelectual muy diferente, en extensión y profundidad, a la entonces usual en su condición social: la biblioteca familiar y otras que pudo consultar despertaron en ella una temprana vocación literaria, que (aparte de algunos versos infantiles de temática patriótica, evocados por ella misma en sus “Apuntes autobiográficos”) dio a conocer cuando contaba entre catorce y quince años: el cuento “Un matrimonio del siglo XIX” (1865), el poema narrativo El Castillo de la Fada (1866), la novela Aficiones peligrosas (1866, escrita acaso dos años antes). Se iniciaba así una dilatada carrera literaria que, a lo largo de cincuenta y seis años, superó los ciento veinte títulos (de novelas, colecciones de cuentos o poemas, ensayos, conferencias, discursos, piezas teatrales, libros de viajes, folletos…), unos seiscientos treinta cuentos e incontables (entre dos mil quinientos y tres mil) artículos periodísticos. Y conste que solo me estoy refiriendo a lo publicado en vida de la autora, puesto que, además de algunas póstumas, aparecidas en los años inmediatamente posteriores a su fallecimiento, ahora sabemos que, entre la documentación personal custodiada en el Archivo de la RAG, hay un buen número de textos, algunos de indiscutible valía e importancia, que hemos ido conociendo -a veces, en ediciones críticas, rigurosas y anotadas- en estos últimos años.

Una ingente producción en la que historiadores y críticos coinciden en destacar determinados títulos; sea por su indiscutible valía, sea por su carácter representativo, sea por su trascendencia o influencia en la literatura posterior, sea por su difusión universal a través de traducciones o adaptaciones a los medios audiovisuales, parece razonable recomendar: entre sus novelas, las extensas La Tribuna, Los Pazos de Ulloa-La Madre Naturaleza, Insolación, Morriña, La piedra angular, Misterio, La Quimera, La sirena negra, y las  cortas Belcebú, La gota de sangre, La última fada, La Serpe; entre sus ensayos de historia y crítica literaria, La cuestión palpitante, La Revolución y la novela en Rusia, La literatura francesa moderna, Porvenir de la literatura después de la guerra; de sus biografías, San Francisco de Asís; de sus ensayos, La educación del hombre y la de la mujer, La España de ayer y la de hoy; sus dos libros de cocina (La cocina española antigua, La cocina española moderna)… Más difícil resulta seleccionar uno de sus libros de viajes; y totalmente imposible elegir entre sus centenares de cuentos, algunos de los cuales merecen figurar en cualquier antología del relato universal.

En 1956, las herederas de Emilia Pardo Bazán (su hija y su nuera) firmaban en Madrid un documento de donación por el que, al fallecimiento de ambas, pasaría a ser propiedad de la Real Academia Galega el edificio que actualmente ocupa, en la Rúa Tabernas de A Coruña, con la condición de preservar la memoria de la escritora mediante la creación de un museo, el fomento de la publicación de sus escritos y la organización de actividades para el estudio y difusión de su obra. Al producirse en 1971 el fallecimiento de la última heredera, María de las Nieves (Blanca) Quiroga y Pardo Bazán, además de aquella donación, se hizo efectivo su testamento, que legaba a la RAG los derechos de autor de la escritora (vigentes hasta 2001), así como sus objetos personales, muebles y -acaso lo más importante- una abundante documentación, formada por borradores, manuscritos, pruebas de imprenta corregidas, recortes de prensa etc., que pasó al Archivo de la RAG. En 1978, una buena parte de la biblioteca de la escritora, que permanecía en lo que ella siempre llamó “Torres de Meirás”, pasó a formar parte también de la Biblioteca de la RAG.

Todo ello -la casa, con sus objetos y muebles; los documentos; aquellos libros, a los que esperemos se sumen pronto los que aún permanecen en Meirás- constituye el legado de Emilia Pardo Bazán, que la RAG custodia y pone a disposición de visitantes, lectores e investigadores en la Casa-Museo, en su Archivo y en su Biblioteca.