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Autoría y ano
Ca. 1905-1910.
Material
Marfil, seda, encaje y abalorios
Dimensiones
24'5 x 42 cm

“Desde hace algunos años, he dado en la inofensiva manía de coleccionar abanicos. Esto de coleccionar algo es de las cosas que más entretienen en la vida, y yo debo al abanico las emociones de la caza y el gusto de poder, fundándome en mi colección preferentemente, desarrollar estas conferencias con lo cual demuestro que no soy del número de coleccionistas que tienen celos de todo el mundo y en su exclusivismo esconden su tesoro como pudiera un sultán esconder odaliscas”. Así comenzaba Emilia Pardo Bazán el discurso “El abanico como objeto de arte” en el Ateneo de Madrid el 31 de diciembre de 1913, una perfecta síntesis del uso de los abanicos en diferentes lugares y épocas de la historia, en la que confesaba su gusto por coleccionar estos objetos.

Emilia Pardo Bazán vivió en una época en que los abanicos formaban parte esencial del traje femenino e incluso constituían instrumentos de propaganda social, política y militar. En este contexto, la autora no solamente los elegía por su belleza: “Yo, al formar colección, no he mirado sólo a reunir abanicos bonitos, sino que en ellos haya algo curioso y que caracterice bien el momento de la historia a que pertenecen”.

Dos conferencias, un cuento que lleva por título “El abanico” –publicado en 1908 en la revista Blanco y Negro– y las innumerables referencias a este objeto de arte dejan constancia escrita de la importancia que Emilia Pardo Bazán le daba. La colección de la escritora, que se nutrió también de regalos de diferentes personajes, quedó lamentablemente disgregada y perdida, después de que su hija la donase a la iglesia de la Concepción de Madrid. Según diversas fuentes, hay constancia de la existencia de un abanico que le regaló a Pardo Bazán Benito Pérez Galdós con dedicatoria manuscrita y de otro dedicado por Rosalía de Castro.

La colección de la Casa-Museo cuenta con tres abanicos que pertenecieron a la escritora. El que aquí se muestra está formado por dieciséis varillas. En la base es de hueso con una parte tallada en formas florales plateadas. Las varillas de marfil están enfundadas en seda y sobre ellas va pegado el país o paisaje de aplicaciones de encaje y tul. Bordados de hilo negro con motivos vegetales parten del encaje hasta la mitad del país, flores y tallos a los que van cosidos pequeños abalorios plateados con formas circulares y estrellas.