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  1. La Casa-Museo
  2. Doce piezas de referencia

La reina Tomiris con la cabeza de Ciro

Autoría y ano
Obrador de Bruselas, Siglos XVI-XVII
Técnica
Telar. Lana y seda
Dimensiones
223 x 426 cm

De los cuatro tapices que en origen pertenecieron a Emilia Pardo Bazán y que en la actualidad se encuentran en el edificio de la calle Tabernas, dos pueden verse en el recibidor de la Casa-Museo. En la pieza escogida, de grandes dimensiones, las figuras minuciosamente caracterizadas ocupan casi totalmente el campo, primando sobre una naturaleza típica de la tradición flamenca y en una escena unitaria donde conviven distintos tiempos. Se trata, en resumen, de un espacio naturalista y de una perspectiva pictórica todavía fruto de un juego de invenciones. Por otro lado, y visto en detalle, se yuxtaponen colores planos combinados en zonas pequeñas para dar la sensación de volumen.

El tema que recoge el tapiz es narrado ya por Heródoto (siglo V a.C.) en sus Historias, como también lo hicieron más adelante Luciano, Diodoro y Valerio Máximo: la venganza de Tomiris contra Ciro. El rey persa había capturado y había hecho esclavo al hijo de la reina de los masagetas, llamado Espergapises. Cuando la reina supo lo sucedido, mandó un heraldo apremiando a Ciro para que lo devolviese: "[...] si no haces esto –te juro por el Sol, señor de los masagetas-, en verdad te saciaré, aun siendo insaciable, de sangre”. Ciro no hizo caso de esta advertencia, y, tras el suicidio de Espergapises, Tomiris reunió sus tropas y las lanzó contra los persas. La mayor parte de su ejército fue aniquilada y también se le dio muerte al propio Ciro. Tomiris buscó entonces, entre los cuerpos sin vida, la cabeza de Ciro. Cuando la encontró, la metió en un odre y mientras ultrajaba al muerto decía: “Tú a mí, aunque estoy viva y soy tu vencedora en el combate, me mataste cuando atrapaste a mi hijo mediante un engaño; yo a ti, como prometí, te saciaré de sangre.”

A través de los tapices, las élites manifestaban su status y adornaban palacios o iglesias. Estas grandes telas, que incluso eran extendidas en las fachadas en ciertas celebraciones, en su origen cumplían además una función ideológica, al plasmar, como otras obras de arte, determinados mensajes a través de las historias que narraban.

Emilia Pardo Bazán apreciaba la calidad singular de los tapices, capaces de reunir arte y artesanía, consciente seguramente de lo que significaron en el Renacimiento. Prueba de ello son estas palabras que dejó escritas en el año 1912 para manifestar su preocupación por la pérdida de patrimonio artístico español: “Es verdaderamente asombroso que aun quede algo en España. Todos los días se oye referir que alguna casa aristocrática ha vendido, en fabulosa suma, sus obras de arte al extranjero. Ya es el retrato del Greco, ya el estrado de cuero cordobés, ya el tapiz único (...). Para una casa noble que conserve sus tesoros patrimoniales, hay cinco que se fueron a pique...”.